Ni siquiera sabía mentirse. Las palabras se trababan en su lengua como los sentimientos en su alma. Lloró. Una vez más. Una noche más. Porque llevaba en su alma el inconfesable dolor que proporciona unos cuantos días volviéndose a engañar, y de paso engañándoles a todos ellos. A todos los que quieren escuchar mentiras acerca de su vida y de sus nuevas y falsas esperanzas. Ni siquiera sabía engañarse a sí misma.
Lo esperaba a él, en silencio, desde hacía más de un mes, con la secreta excusa de que ahora ella sabría mantenerle a raya. Pero ella no sabía recomponer ni tan sólo su alma después de cada derrota que le proporcionaba los rechazos de él. Lloró. Lloró porque no se concentraba, no comía y no paraba de llorar. Lloró por las alegrías que no eran suyas. Por las tristezas que la atormentaban. Como sólo ocurre cuando se está enamorado, con un amor tan terrible que sería la mayor de las penas no poder morir de él.
lunes, 25 de enero de 2016
Los lloros de la mentira
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