Me gusta hablar de filosofía. Creo que es la primera obra de misericordia en intentar contagiar nuestro entusiasmo. La sociedad de hogaño guarda poco encomio con la filosofía. “No es útil para nada “dicen unos. “ Los filósofos viven en las nubes” arguyen otros de forma descarada. Conmigo que no cuenten. Yo no seré aquella que esté de acuerdo con los enconos de la filosofía. Más bien seré aquella que diga: “Pero que elocuente y decoroso era el abuelo Sócrates” y que majo era el vetusto Schopenhauer “(esto último es ironía pura). “ Cuán en boga estaba la ilustración durante el tiempo en que vivió el tío Rousseau”…Vamos, que la filosofía sirve para algo. Tiene, lo que se dice, utilidad práctica. Utilizar la filosofía es una forma de enfrentarse inteligentemente a los problemas que nos plantea la vida. No hace falta que se lea usted a Platón, Hume, Descartes…o al mismísimo Derrida, pues la filosofía está en cualquier sitio. Usted mismo tiene la capacidad de filosofar. De verás. Por ello me dispongo a hablarles de un libro que habla precisamente de eso (si no lo he entendido del todo mal).De que la filosofía está en las pequeñas cosas. Lo más cotidiano se puede observar con visos filosóficos. Susodicho libro se denomina “Días contra la rutina”. Ahora mismo sería una perogrullada decir que trata de lo más cotidiano visto desde un punto de vista filosófico porque eso ya lo he dicho. Hace el denuedo de (no estoy muy segura pues igual hago una mala interpretación) de decirnos que en algunas ocasiones hay que romper con la rutina. Son, como el mismo autor dice, treinta y tres mini relatos que parten de la arriesgada idea de que la filosofía consiste en dar una oportunidad a lo absurdo. Reitero, eso en palabras del autor. En eso nos mantenemos en paridad de opiniones. Hay que concederle una oportunidad a lo absurdo y eso hace la filosofía. Romper con la rutina, con lo monótono de la vida. La filosofía es ese saber (por llamarla de algún modo) que nos anima a preguntarnos continuamente y a no contentarnos nunca con las respuestas (sólo hace falta darse un paseo por la historia para ver como los filósofos se contradicen unos a otros). “El que hace filosofía lo pierde todo menos la filosofía y con eso ya tiene bastante” Supongo que eso es lo que me ha quedado claro del libro, eso ya es bastante. Pero también me ha enseñado que uno ha de tener más confianza en sí mismo. El libro en cuestión no es ningún clásico ni ninguno de los más vendidos, tal vez a usted le sea del todo ignoto. Aun así es uno de los que más aprecio porque para hablar de filosofía no hace falta leerse todas las obras de Sartre. Tampoco su autor es el Ortega y Gasset de hoy en día, pero eso no impide que yo lo admire. Es todo un paradigma para mí igual que lo son Elvira Lindo, Sigmund Freud o Isabel Allende. Él el que más, después los otros. Él es el que más porque él me conoce. Ha sido mi profesor durante un año y ha aguantado pacientemente mis numerosas negativas a exponer en clase mis opiniones o a que siempre le dijera eso de: “Que no podrías leer mi redacción para ver si la he hecho bien”( Dios, lo cansina que debía resultar) Nunca me decía que no. Por eso le admiro y porque es uno de los mejores profesores que he tenido. En cuanto a lo de la filosofía, no se asusten ustedes que no es tan intrincada como parece. Pero recuerden, como dice un gran amigo mío, un tal Fernando Savater” Las grandes preguntas es mejor no contestarlas con pequeñas respuestas” Así que ya saben: ¡A seguir filosofando!
Bueno, resulta que yo soy ese profesor, afortunado de tener alumnas que de verdad comprenden la relación mágica entre lo cotidiano y lo eterno, entre lo importante y lo absurdo. Estás en el mejor camino posible, Mónica, el camino que lleva a ese lugar donde se comparten la lucidez y la soledad. El caso es saber llevarlo bien. Igual algún día tienes tanta suerte como yo y llegas a tener alumnas como tú. Un beso y gracias por hacerme importante.
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