En 1964, el año del escándalo, los favoritos eran varios. Pero había un
consenso generalizado de que el autor de “La Nausea” sería el ganador. No se
equivocaron. Y quien menos se equivocó fue el propio Sartre, que incluso una
semana antes, en una carta fechada el 14 de octubre y dirigida al Comité Nobel,
había anticipado inequívocamente que no deseaba el premio. Enfatizaba, además,
que no deseaba privar “a algún otro concurrente de la posibilidad de recibirlo”
(y recompensarlo con los 52,000 dólares de aquel entonces). Agregaba que
renunciaba por adelantado “para no cometer la indelicadeza de rechazarlo en
caso de que le fuera conferido”. Consecuente consigo mismo, cumplió su palabra.
El 20 de
octubre la Academia Sueca anuncia su veredicto ("por la calidad de sus
escritos, su anhelo de la verdad y la influencia fundamental que su pluma ha
ejercido en estos tiempos") e inmediatamente Sartre hace saber el suyo: él ya lo dijo y lo velve a decir, no quiere ese premio. Se desata entonces un escándalo con ribetes de guerra
civil entre la intelectualidad francesa. Sartre, acostumbrado a desencadenar
encendidas polémicas y encarnizados debates en el mundo literario francés, ya
sea por sus declaraciones o sus libros, terminó arrastrando a toda Francia en
éste (aquí el genio del filósofo).
Insultos miles fueron lanzados con tal virulencia contra Sartre tal que media Francia se
vio obligada a defender al “pequeño hombrecillo de los ojos desviados, aquel
que parece saberlo todo”, de la otra mitad que pedía su cabeza.
"Excrementalismo sartreano", "hiena dactilográfica",
"delincuente del espíritu”. Y hete aquí lo curioso , como si de un adivino se tratase , Sartre ya antedijo que : "el infierno son los otros".No se equivocó.
A esta andanada de lindezas, Sartre contesta con libros, los mejores
salidos de su portentosa inteligencia. "Las palabras", uno de los más
bellos libros de memorias jamás escrito, pertenece a la época de este alboroto.
La inquina de sus enemigos achacó pronto la actitud de Sartre a una supuesta
venganza contra el Comité Nobel por el desaire que jamás les perdonó de
habérselo otorgado antes, en 1957, a Albert Camus. Una infamia más sin
fundamento alguno.
El reproche vino de todos lados. Recibió cartas por centenares de gente
humilde que lo impulsaban a aceptar el premio para que donase el dinero que
rechazaba. Hasta la prensa rosa entró a terciar en el asunto: adujo que lo
había rechazado para que Simone de Beauvoir, su compañera sentimental por
décadas, no se sintiera celosa.
¿Pero cuáles fueron, entonces, las verdaderas
causas para rechazar el premio pecuniario de mayor prestigio al que cualquier
escritor aspiraría?
Tres días
después de haberlo rechazado, el 23 de octubre, un aviso en el diario L´Figaro,
pagado por el propio Sartre, explicaba la razón de su rechazo ante el Nobel . En la publicación manifestaba que no aceptaba el premio porque no quería ser
"institucionalizado por el Oeste o por el Este". Era la respuesta
natural del eterno contestatario en un mundo bipolar que las generaciones de
ahora no han llegado a conocer. Lamentó que su negativa hubiera dado lugar al
escándalo. Aclaró
que enterado del carácter irrevocable de las decisiones de la Academia, él
había buscado anticipadamente prevenir que el elegido fuera él para evitar todo
lo que ya había previsto sucedería y sucedió(premonición , querido Sartre).Concluía afirmando que bajo
ningún aspecto su negativa debería interpretarse como un desprecio hacia el
pueblo sueco al cual manifestaba su afecto.
Pero lo que debió poner punto final al escándalo, y que en modo alguno
ayudó a detener los insultos y la controversia, ya que el eco de estos se
dejaría oír por mucho tiempo todavía, lo constituye la entrevista que concedió
a la revista francesa Le Nouvel Observateur el 19 de noviembre de 1964.
En esta entrevista, a la pregunta del periodista de por qué rechazó el
premio, Sartre contesta sin rodeos: “Porque estimo que desde hace cierto
tiempo este premio tiene un tinte político”. Ante la pregunta de si es
consciente de lo que puede hacer con el dinero que esta rechazando, responde:
"Nadie me puede exigir que renuncié, por 200,000 coronas, a los principios
que no son sólo de uno sino compartidos por todos los camaradas". Y se
explaya aún más hasta ser concluyente: “En la actual situación, el Nobel es
otorgado objetivamente a los escritores de Occidente o a los rebeldes del
Este”. “Encuentro esta insistencia en otorgármelo un poco ridícula”, sentenció
finalmente.
Una paradoja más de Sartre fue convertirse en un Nobel sin Nobel. Es decir,
aunque él lo rechazó, su nombre siguió figurando entre los laureados muy a
pesar suyo (“el laureado nos informa que él no desea recibir este premio, pero
el hecho de que él lo haya rechazado no altera en nada la validez de la
concesión”, se limitó a informar Estocolmo). Algo que para muchos constituyó
una afrenta a su memoria. Y para otros, una indeclinable gloria a la cual jamás
pudo sustraerse. Veamos , si mi enemigo me premia es que algo hice mal . Sartre no quiso dejarse atrapar por el sistema y eso fue todo.
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